Cómo disfrutar al máximo la gastronomía de la capital
Aunque la comida china no nos es
desconocida en España, huelga decir que en muchas ocasiones nuestro torpe y
occidentalizado intento de emular esta maravillosa gastronomía nos lleva a un
sinfín de inexactitudes. Nosotros no queremos hacer el papel de ese amigo
purista que nos recuerda que el sushi es japonés y no chino o que insiste con
aire pedante en que “la comida allí no sabe igual”, pero sí queremos daros
algunos consejos y contaros algunas cosillas relacionadas con nuestro viaje a
una ciudad que nos conquistó, no solo por los ojos, sino también por el estómago.
1.
Allí donde fueres…
Comunicarse es difícil en
China; el ciudadano medio no habla
absolutamente NADA de inglés, y apenas usan gestos, así que, aparte de señalar,
comunicarse con las manos es también muy complicado. En algunos sitios, más
cerca de las zonas turísticas, tienen el menú en inglés (aunque, insistimos,
esto no implica que lo hablen), pero en otros es casi imposible
encontrarlo. Para pedir, nosotros
solíamos escoger los sitios que tuvieran fotos en la pared o en la carta que,
por fortuna, son bastante más abundantes que en España. Cuando todo fallaba,
nos fijábamos en qué comían las personas de otras mesas y les señalábamos a
ellos. Por supuesto, eso es arriesgarse a comer algo raro, pero en general la
mayoría de las personas toman guisos, especialmente de pollo, y arroz blanco
para almorzar, así que las probabilidades de acabar comiendo sangre de pato son
menores de lo que se esperaría en un principio. Si creéis que vais a necesitar
pedir algo muy específico (por ejemplo, si sois alérgicos a algo), os
recomendamos que lo llevéis escrito en caracteres CHINOS (nadie en la calle
entenderá el pinyin, ya que no usan nuestro alfabeto). Nosotros salimos de
España con una lista con la traducción a Chino de las direcciones más
importantes y algunas cosas socorridas como “agua, por favor”, de forma que
pudiésemos enseñárselo escrito si llegaba a ser necesario.
También nos gustaba fijarnos en
lo que comía la gente por la calle para luego probarlo, y así poder acercarnos
un poco más a su apasionante cultura. Encontraréis que las comidas para llevar
tipo brocheta, aparte de cómodas, rápidas y baratas, están a la orden del día.
Puesto de brochetas en el mercado de Wangfujing |
Debido a los muy-asequibles
precios de Pekín y a la seguridad que ofrece un menú en inglés, puede que
sintáis la tentación de quedaros en las calles principales. Esto no es
necesariamente malo; nosotros hemos
comido estupendamente en calles concurridas y obviamente turísticas,
pero parece que se pierde parte de la esencia de Pekín; si os alejáis un poco
de las zonas conocidas (tampoco demasiado, un par de calles bastará) posiblemente
veáis que la atmósfera (y, dicho sea de paso, el precio) varían
considerablemente. Por ejemplo, en nuestra visita al distrito del arte 798,
vimos que un café (que es muy caro en China), rondaba los 4 euros, y un plato de
pasta boloñesa (que por lo visto es lo más hípster que hay allí) podía llegar a
costar entre unos 8-10 euros. Decidimos salir a la vía principal y nos metimos
por una calle muy estrecha tipo hutong, donde entre gestos y tras señalar
varias mesas conseguimos hacernos entender. El resultado fue que por una comida
para dos consistente en sendos guisos bastante grandes con un bol de arroz
blanco y dos cervezas de medio litro pagamos aproximadamente 6 euros.
Guiso de pollo en una calle cercana al distrito 798 |
3. Recordad que todo puede ser diferente:
Entrar a las tiendas de
alimentación era uno de nuestros pasatiempos favoritos, y es que encontramos
sabores nuevos hasta en marcas o productos conocidos como Lays (sabor calamar, hotpot, alitas picantes…), Bimbo (bollicao relleno de pasta de judía roja) o
una especie de Mikado recubiertos de crema de té verde en lugar de chocolate…
Quizá eso os consuele si, por cansancio o porque no encontráis nada, tenéis que
entrar a comer a un McDonalds o a un KFC (con el que tienen una especial
obsesión en Pekín, lo anuncian por TODAS partes). También significa que podéis
entrar a alguna tienda de alimentación a compraros algún tentempié para llevar
en la mochila, cosa que nunca está de más, sin dejar de probar cosas nuevas.
Uno de nuestros descubrimientos favoritos: algunos 7eleven venden baos rellenos
o sushi preparado, ¡genial para una excursión!
Pocky (Mikado) de té verde |
4. Quien avisa no es traidor: los dulces no son lo
suyo
Quizá nosotros seamos demasiado
golosos, o quizá es que los postres en Pekín no se parezcan a lo que estamos
acostumbrados; el caso es que muchas de las comidas que hicimos terminaron sin
postre (o con uno que no nos gustó nada). En general, en las zonas menos
turísticas casi nadie parecía comer postre. Igualmente probamos algunas cosas,
la mayoría hechas a base de arroz glutinoso y que no nos gustaron demasiado.
También es necesario advertir que
el chocolate, como el queso, es difícil de ver en Pekín, y que la gran mayoría de cosas dulces lo son debido
a la pasta de judía roja.
Si tenéis muchas ganas de algo
dulce, lo mejor es que probéis un helado (a parte de los tradicionales de
guisante dulce y judía roja, también tienen algunos de chocolate que son
bastante populares) o que compréis algo en una tienda de alimentación.
Igualmente, en zonas más concurridas y conocidas como Wangfujing Snack Street
pueden encontrarse cosas dulces que, eso sí, exceden bastante en precio a todo
lo demás.
Postre de coco en Wangfujing snack street |
Dulces, monísimos...¡Y carísimos! |
Otra opción es tomarse un milktea, que puede hacer las veces
de batido (aunque bastante menos dulce). Nosotros solíamos ir a WuyuTai Tea
Shop, donde tienen tés fríos, calientes y helados de té verde o de flor de té.
Aunque en la ventanilla no hablaban inglés, tenían un menú en inglés que nos
enseñaban en la pantalla del ordenador y al que podíamos señalar.
WuyuTai MilkTea para desayunar
|
5.
La gran duda: puestos callejeros ¿sí o no?
Comer algo de un puesto callejero
en Pekín puede ser toda una aventura. Desde tener que dejarles teclear el
importe en nuestro móvil porque no podíamos entendernos hasta comprar un bote
de salsa creyendo que era una bebida de té, las veces que hemos comprado algo
por la calle han sido escasas pero intensas. Antes de ir, varias personas nos
advirtieron que podría ser peligroso comer algo de por la calle, así que
realmente, ante la duda, preferimos comer más en restaurantes. Aun así, alguna
vez nos picó la curiosidad y cogimos algo para llevar en algún puestecillo
bastante concurrido. Nunca nos ha pasado nada y la comida estaba buena, así que
realmente no podemos daros una opinión a favor o en contra; en nuestro caso
intentamos actuar un poco como lo haríamos aquí, manteniéndonos lejos de los
puestos con olor sospechoso y evitando pescado o carne lo máximo posible, e
intentando comprar en aquellos que parecían tener una clientela bastante
grande.
Crepe tradicional de un puesto callejero |
Por otro lado, es siempre recomendable preguntar o averiguar
precios antes de pedir nada o de pagar. Aunque nuestra experiencia en general
ha sido buena, alguna vez hemos confiado demasiado en la buena voluntad de los
vendedores y los precios cómodos de Pekín. En una ocasión, paramos a comprar
una botella de agua y, como no ponía precio, pagamos con un billete esperando
un cambio que, para nuestra sorpresa, nunca volvió. Para evitar estas cosas es
mejor saber siempre el precio de antemano.
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